domingo, 7 de septiembre de 2014

Las leyendas de las Meninas Novohispanas...

Los caballeros del buen tráfico... (callejón de la condesa)

Excelentísimos plebeyos. El día de hoy, ésta su humilde amiga Archiduquesa,  tiene el gusto de inaugurar la sección dominguera de "Las Leyendas de las Meninas Novohispanas", todo con el sentido más sincero de cultivar sus mentes y sacarlas del abismo de la ignominia en el que están arrellanadamente empantanados... Así pues hoy les contaré la leyenda de dos caballeros muy nobles que su orgullo ocupaba un espacio mayor que ellos en el universo.

Eran dos condes, el conde de Valdivieso y el señor conde de La marca. Ellos solían ir a sus respectivos despachos en sus carruajes. En el siglo XVIII salir con carruaje era todo un evento, era una muestra de expresión social y muchísima de la gente más noble, adornaba sus carruajes con listones, plumas y esclavos, así pues salieron estos dos nobles caballeros y se dispusieron ir a sus respectivos despachos.

Como ruta de trabajo, los dos tenían que tomar el callejón de la Condesa, un callejoncito que se encontraba al lado del palacio de la Condesa del Valle de Orizaba, o Sanborns de los azulejos como ustedes vulgarmente le conocen. Entonces los dos condes se encontraron de pronto frente a frente en el callejón de la Condesa, la historia entonces comenzaría...

Al toparse de frente, el lacayo de uno bajóse del carruaje para avisarle al lacayo del otro que su amo no se movería puesto que no lo deseaba; el lacayo del otro fue con la noticia a su respectivo amo y de regreso al otro lacayo. Así fue toda la mañana, hasta que los dos condes decidieron que ninguno se habría de mover de lugar argumentando su linaje, su rancia alcurnia y su petrificado abolengo. Ninguno se movió por tres días inventando el primer embotellamiento de la ciudad con la excesiva cantidad de dos coches...

Después de los tres días el excelentísimo señor Virrey ya se había enterado de la historia, los chismes y bromas que obviamente ya se habían formado al rededor de los dos ilustres caballeros, y por supuesto, después de reír a carcajadas, mandó se aplicara la respuesta a tan alcurnioso evento: A la cuenta de tres los dos carruajes se echarían para atrás, saliendo cada uno por la calle de donde vino y de esa manera terminaría aquel embarazoso y aritsocrático incidente. Así fue y así se mandó hacer...

Ay de los caballeros, que entre más alcurnia y abolengo, aunque sea ficticio o exista sólo en sus cabezas, no entienden de razones cuando se empeñan en mostrar sus cualidades, cuando olvidan que la cualidad más preciada es la de ser pensante.

Los quiere su Excelencia Ilustrísima, la Archiduquesa del Valle...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario